LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA FORMA PROFESIONALES DE ALTO NIVEL DE EXCELENCIA EN LAS DIFERENTES DISCIPLINAS DEL MUNDO ACADEMICO PROFESIONAL, EMERGIENDO EL TRABAJO SOCIAL COMO UNA CARRERA DE VANGUARDIA Y PROYECCION...

lunes, 16 de julio de 2007

DESAFIOS DEL TRABAJO SOCIAL.


El Trabajo Social históricamente ha sido considerado por la sociedad y por otras disciplinas en general, como una profesión de carácter asistencial, cuya finalidad es “ entregar recursos o ayuda a las personas desposeídas de bienes necesarios para subsistir”¨ . Pero si nos situamos en el contexto actual y visualizamos conscientemente el panorama nacional e internacional, percibiremos que el rol del Trabajo Social trasciende la esfera asistencial, llegando éste a abarcar un campo profesional mucho más amplio en su actuar.

Es así, que los cambios que se están produciendo actualmente en la sociedad, plantean nuevos desafíos al Trabajo Social, debido a que éste permanentemente esta enfrentándose con problemas de diversa índole , generados como resultado de transformaciones en las ciencias en que se basa el Trabajo Social, cambios en la estructura de la sociedad y en la ideología que predomina en ella, lo que conduce a nuevas expectativas en relación con la profesión.

Entre los desafíos que enfrenta la profesión se encuentra la postura que debe adoptar el Trabajo Social frente al proceso acelerado y constante de la Globalización; fenómeno que produce transformaciones significativas en la sociedad, como también consecuencias sociales que afectan a grandes sectores de la población, trayendo consigo injusticia social, cesantía, exclusión social, desintegración social, inequidad en la distribución de los recursos, etc. Además estos cambios nutren a la ciudadanía de valores como competitividad, individualismo, consumismo y hedonismo, los que cada vez más se apoderan de la sociedad, desplazando los principios de solidaridad, compañerismo, altruismo, entre otros.

Frente a este escenario el Trabajador Social debe estar preparado para lo inesperado, debe convertirse en una máquina no trivial, es decir, que sea impredecible y que se adapte a las situaciones que la compleja estructura social le presenta.

El Trabajador Social en la sociedad global aborda los problemas que básicamente surgen de las desigualdades sociales y económicas, es así, como tradicionalmente el quehacer profesional se ha dirigido a “ aliviar los efectos negativos o síntomas del problema para el individuo o grupo, sin enfrentar las causas de fondo”
¨. El trabajador Social se ha limitado solamente a ser implementador de políticas sociales, las que tienen como meta la atenuación de los efectos más notorios de la marginación social y económica, pero sin atacar las desigualdades que originan dicha marginación. De esta manera, se suavizan algo las consecuencias de la pobreza, pero sus causas quedan incólumes.

Respecto a lo anterior, no es aceptable que como futuros trabajadores sociales en esta nuevo siglo sigamos reproduciendo este modelo tecnócrata que no se adapta a la realidad. Si bien, el ejercicio profesional estará condicionado siempre por las políticas sociales que se formulan en el nivel central, el trabajador esta en la obligación de introducir cambios en la estructura de la sociedad, los que se originaran desde su imaginario profesional y desde su base epistemologica. Estos cambios tienen como objeto el eliminar las causas profundas que hacen que la sociedad obligue a un sector significativo de su población a vivir en la pobreza y la marginalidad.

Para lograr superar los desafíos que se nos plantea abiertamente como profesión, debemos primeramente poseer una identidad fuerte, definida y significativa frente al mundo globalizado, especialmente frente a otras disciplinas. Se requiere que el Trabajo social sea una carrera competitiva y representativa, en la que se reconozca claramente los conocimientos propios de su área y los extraídos de otras profesiones como de la sociología, antropología, psicología, filosofía, etc. El trabajo social requiere urgentemente demarcar su campo de acción, a fin de evitar verse amenazado en su accionar por otras profesiones.

El trabajo social debe ser generador de sus propios conocimientos, recuperando la experiencia de su práctica profesional, que es la base fundamental de su retroalimentación teórica. Para lograr este objetivo la profesión debe poner especial énfasis en la investigación , cuyo sentido se podría entender como la razón de ser para el Trabajo Social , lo que contribuirá ha otorgar necesariamente la autonomía de otras disciplinas y determinara la construcción de conocimiento con la identidad del Trabajo Social.

El trabajo social como un “Constructo” ha sido definido desde sus orígenes como una profesión destinada a la acción transformadora, para lo cual necesita bases de conocimientos validos y verdadero sobre los cuales accionar. La investigación del Trabajo Social forma parte de una acción total denominada intervención, es decir, la investigación no solo esta inserta, sino también conectada con la práctica.

En el dilema de la producción de conocimientos el trabajo social puede generarlo desde diversas áreas:

Ø La investigación desde el espacio profesional cotidiano: que determina un tipo de investigación como práctica rutinaria con sentido esencialmente transformador.

Ø La investigación desde la estructura institucional de poder: que determina un tipo de investigación que requiere un despliegue técnico instrumental y tiene un sentido esencialmente transformador en las estructuras medias de las organizaciones humanas.

Ø La investigación desde el espacio académico: que se determina por el sentido riguroso y pedagógico de la misma y que en términos generales genera un conocimiento de baja operatividad fuera del espacio académico
¨

Por otra parte, se pretende que el Trabajador Social sea un profesional estratégico, que no se enmarque su accionar en programas rígidos, sino en líneas de acción que sea flexibles y adaptables a la compleja realidad social. El asistente social debe prever los cambios que se pueden producir en una determinada intervención, poseer una visión holística, totalitaria, globalizante de las situaciones.

El Trabajador Social tiene que ser participativo, debe promover la participación real de la ciudadanía, ésta consiste en la capacidad efectiva del individuo o de un grupo de tomar decisiones sobre asuntos que directa o indirectamente afectan sus múltiples actividades en la sociedad. Tiene que asumir el logro de una participación sustantiva, respetando por sobre todo la diversidad y las opiniones propias de la ciudadanía, sin anteponer sus intereses e ideología.


En definitiva el Asistente Social del nuevo siglo debe estar primeramente inserto en la sociedad global, debe ser activo, informado, con capacidad de crítica y autocrítica, analítico, propositivo, tolerante y en constante renovación. Además debe generar conocimientos acerca de su área y ser consciente de su identidad profesional.
¨ TORRES DIAZ, Jorge. “Historia del Trabajo Social”. Editorial Humanitas. Colombia, 1985. Pág. 45
¨ GYARMATI, Gabriel. “Dilemas y Desafíos de la Profesión de Trabajo Social”. Instituto de Sociología. ontificia Universidad de Chile. Santiago, 1995. Pág.44.
¨ SUAREZ MANRIQUEZ, Pablo. “Los Desafíos de la Investigación en Trabajo Social”, Universidad de Temuco. Pág. 7

PROPOSITO DE LA ESCUELA DE TRABAJO SOCIAL UCV



Escuela de Trabajo Social.
La Escuela de Trabajo Social tiene como propósito la formación para la transformación de un profesional cuyo objetivo primordial es la promoción del bienestar social como logro individual y colectivo de la sociedad como un todo. Este profesional está capacitado para investigar, analizar, comprender, interpretar e intervenir en la diversidad de los procesos sociales que justifican al Trabajo Social como disciplina de las Ciencias Sociales.
La diversidad de su formación permite al profesional desarrollar lineamientos teóricos metodológicos y de intervención social para analizar, evaluar y proponer las políticas sociales como espiaos que integran diversos fuerzas sociales con interés distinto, lo cual le facilita dinamizar y potenciar los movimientos sociales y las formas organizativas de los diversos sectores sociales. Además de incrementar las capacidades de los individuos y colectividades para la organización y participación en la defensa de los derechos humanos sociales; así como analizar y ofrecer respuestas que contribuyan los cambios sociales e institucionales que favorecen el nivel de los diversos sectores objeto de atención


Ubicación: Residencias Vargas N1º, Módulo B.Titulo que Otorga: Lic. En Trabajo Social

LA REFORMA CURRICULAR DE 1993-1994 (ETS / UCV)


La ETS/UCV ha tenido cuatro planes de estudio desde que fue creada en 1958. Su estructura curricular ha sido objeto de tres reformas: en 1968-1969, 1974, y 1993-1994. Esto significa que el primer plan de estudios estuvo vigente once años, el segundo cuatro años, el tercero veinte años y el cuarto está cumpliendo diez años, mediados por dos intentos de tímida revisión.
Todos ellos, mayormente autoalimentados de referencias individuales y académicas y menos de estudios y análisis de la realidad nacional, el mercado y los espacios profesionales, específicamente, los que pudieran haber aportado las organizaciones gremiales.
Mención especial merece el hito crucial que se produjo en 1992-1993 (ETS, 1993). Luego de diez años de crisis económica, política y militar nacional y sin que la planta profesoral problematizara el hecho de que a partir de 1989 la crisis del estado desarrollista, asistencialista o bienestarista y del sistema político instaurado a partir de 1958 habían entrado en su fase terminal, se produjo un enconado proceso de discusión que dio como resultado la reforma del plan de estudios que había estado vigente durante los veinte años anteriores[13].
Varios de nuestros entrevistados coinciden en señalar que el actual plan de estudios, que tardíamente entró en vigencia en 1994, si bien resultó novedoso en su esfuerzo epistémico y curricular respecto de los planes anteriores, no por ello respondió a los retos que estaba planteando el largo proceso de agonía transicional de una Venezuela que estaba muriendo, a otra cuyas potencialidades no eran vislumbrables –al menos no fácilmente- excepto en lo que se refería a algunos de los síntomas morbosos que comenzaban a tornarse como más evidentes. Entre estos, el franco deterioro de las capacidades gubernativas de la clase política, la corrupción político-administrativa, la deslegitimidad del estado, el gobierno y el sistema político; asimismo, el desmejoramiento generalizado tanto de la calidad de vida de la clase media en la cual se fundamentó el proyecto socialdemócratacristiano, como de los agrupamientos populares en el nombre de los cuales se fundamenta –aún hoy- la razón de existir del trabajo social (Barrantes, 1993b).
· “Los trabajadores sociales nos hemos dado cuenta tardíamente de que el estado petrolero, benefactor, asistencialista se agotó y de que no es posible seguir realizando nuestro ejercicio profesional pensando en una política social exclusivamente determinada y realizada desde las instituciones oficiales...Por ello es indispensable que busquemos alternativas para realizarnos profesionalmente sin tener que estar a la espera de algún cargo”
Expresión de lo anterior, lo encontramos en el hecho de que el plan de estudios de 1993-1994, articuló la estructura curricular en torno a la política social, concebida ésta como ámbito de luchas de los actores predominantes por detentar los dispositivos de satisfacción de carencias y potenciación de aspiraciones sociopolíticamente problematizadas (Barrantes, 1993a y 1993b; ETS, 1993).
· “...el cuento de que éramos papadiós se acabó hace muchos años, y a la gente hay que darle oportunidades de superarse con herramientas concretas...”
· “La política social nunca fue de estado en Venezuela, pero en la Escuela se nos hizo creer que sí lo era y para eso estábamos...para lograrlo (aunque los) programas asistenciales...funcionaban según los vaivenes de los gobiernos y sin participación decisoria de los trabajadores sociales...”.
· “Somos muy voluntaristas y queremos seguir poniendo los servicios sociales sobre los hombros de los trabajadores sociales. Y eso nunca ha sido posible porque no somos los únicos profesionales que trabajan con la política social ni con la intervención social. Seguimos soñando con ello como si fuera real...pero si fuera real sería una pesadilla...”
Si bien la noción de política social abría la reflexión e investigación a un enfoque interdisciplinario (ni la transdisciplinariedad ni la polémica modernidad-posmodernidad formaron parte de la agenda de discusión) no por ello fue posible que la práctica curricular se desligara de los fundamentos disciplinaristas de la ciencia ni de la noción de estado bienestarista, desarrollista y asistencialista que, como ya mencionamos, se encontraba en franca fase terminal.
· “Las prácticas integradas no son tales...seguimos sin constituir equipos inter, pluri ni, mucho menos, transdisciplinarios. Esto, a pesar de la reforma del 93...que establece el trabajo interdisciplinario en todos los niveles de la carrera, pero nos hemos resistido a ello y los que lo propiciaban fueron sacados del juego y le dejaron la Escuela a quienes prefieren lo malo conocido mas no lo bueno por conocer”.
· “La integración vertical y horizontal de las materias es una deuda pendiente con el proceso formativo. Pero el problema real está en que la desintegración teórico-práctica muchos no la problematizamos en nuestra práctica ni con otras disciplinas. Pero ante todo yo defiendo mi profesión”.
No obstante o, quizás mejor dicho, a propósito de su enclaustramiento academicista, dicho plan orientó el proceso pedagógico hacia un exigente protagonismo de la comunidad docente y estudiantil, como fundamento de los nuevos abordajes –especialmente investigativos- que se esperaba realizar de la realidad nacional, de la política social, de la producción y consumo colectivos de conocimientos, y de la profesión misma.
· “...se estableció la investigación como eje...pero no todos están interesados en investigar...nadie quiere ser evaluado, seguimos...con la lógica disciplinarista, profesionalista, pragmatista y de las áreas de coto”.
· “El plan del 93 no motivó el interés por la investigación. Nos reforzaron (el rol de) diseñadores de políticas sociales, en donde jamás creo que ha participado activamente un trabajador social...nunca estuvieron explícitas otras áreas que no fueran la asistencia social y la salud”.
Sin embargo, el espíritu y la letra del proyecto curricular rápidamente fueron relegados a los deseos por cumplir y hoy, a diez años de estar operando con un mínimo de la capacidad instalada del capital humano y cultural de la Escuela, podemos –a la luz de las entrevistas realizadas- dar cuenta de dos dificultades esenciales que lo inviabilizaron como proyecto potencialmente transformador de mentalidades y conductas:
1) La tensa distancia existente entre el nivel de exigencia académica implicado en él y las capacidades ético-epistémicas, investigativas, gerenciales, evaluativas, volitivas y autocríticas reales de amplios sectores de docentes y estudiantes.
2) La resistencia de los sectores para los cuales la tradición es el fundamento de la construcción de futuro, lo cual reactivó confrontaciones seculares no resueltas así como problemas de confusión, desinformación y desidentificación con el nuevo plan de estudios entre docentes y estudiantes[14]; asimismo, redición perversa del expediente de la guerra defensiva de posiciones mediante el cual se sustituyó –una vez más y con nuevos enconos- la confrontación de las ideas con los argumentos contra las personas[15].
· “Yo estoy ya cansado de currículos revolucionarios y modernos tanto como tradicionales y clásicos que no responden a la realidad”.
· “Lamentablemente los más resistentes al cambio son los propios trabajadores sociales, muchos de ellos egresados y docentes de la UCV, que no quieren nada que sea innovador”
· “Nuestra formación ha sido tan pragmática que la función de encuestador la tenemos muy interiorizada, y como ya una encuesta la puede hacer cualquiera que sepa leer y escribir, nos sentimos desplazados sin pensar que nuestra verdadera función no está en la tabulación si no en el análisis”.
Dado que nuestro objetivo no es adentrarnos en las singularidades del proceso esbozado -objeto de próximos trabajos- sólo nos permitimos conjeturar que el desiderato –históricamente tardío- de relanzar el proceso formativo y redimensionar el perfil científico-profesional del trabajador social con perspectiva de futuro, fue engullido por una matriz de sentido que se rige por valores administrativos y burocráticos, asimilados estos a categorías de conducta de vida para docentes y estudiantes.
Es la razón- nos parece- por la cual durante los últimos diez años, el plan de estudios de 1993-94 sólo ha sido objeto de dos intentos inorgánicos de revisión parcial.
· “El trabajador social siempre ha estado reducido a una sola forma de hacer y pensar su oficio con exclusión de otras formas. Vgr., quien no hacía asistencia no hacía servicio social. O quien no hacía la revolución no era trabajador social. Hoy si estás dentro de la universidad tienes que ser antichavista porque si no, eres gobiernista. Esa es la marca del nuevo plan de estudios...”.
· "No sé cuál es nuestra esperanza como Escuela, como trabajadores sociales. ¿Tendremos una meta, una misión, una visión de profesión y de país?. No sé por donde andará nuestra alma. Sólo sé que somos gente desempoderada y por lo tanto incapaces de empoderar a quienes son nuestros referentes éticosociales”.
Lo anterior, dentro de un clima cultural universitario decadente, en cuya limitada elasticidad conviven de manera contrastante, islotes de productividad e innovación sociotecnológica y científico-política y de búsqueda inédita de nuevas sensibilidades y nuevas formas de hacer economía, cultura y política universitaria y societal con radicalismos socialdemócratacristianos dolientes del pasado resiente y profundo de la República; asimismo, con ultraizquierdismos y gremialismos –hoy derechizados y empresializados- que se resisten a una transformación universitaria de cara al proyecto nacional implicado –para bien o para mal- en la neonata Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; finalmente, con la desmotivación y ensimismamiento de amplios sectores docentes, estudiantiles y administrativos, el lightismo, el casi-todo vale, el relativismo esepticista, el facilismo y el daltonismo político para el cual todos los gatos son pardos si son antigubernamentalistas.
Mientras tanto, la realidad societal venezolana considerada en su conjunto más inclusivo, viene marcando hitos cruciales; entre éstos los siguientes:
1) El desplome final de la Cuarta República y, específicamente del régimen socialdemócratacristiano instaurado a partir del derrocamiento de la dictadura militar de Pérez Jiménez en enero de 1958.
2) La instauración de la Quinta República sobre la base de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada por referendo popular en 1999.
3) La larga y difícil fragua y revaloración del estado venezolano como estado integral-nacional societalmente centrado.
Dicha forja está pasando por una fase más o menos prolongada de inestabilidades, incertidumbres y antagonismos propios del reacomodo profundo de los poderes de clase y de estado, provocados por el proceso sociopolítico frente al cual las escuelas de trabajo social y los organismos que agrupan a los licenciados y técnicos en trabajo social vienen ostentando una deuda social creciente.

lA PROFESIONALIZACION DEL TRABAJO SOCIAL EN VENEZUELA


La creación de la ETS/UCV, significó no sólo la legitimación e institucionalización del trabajo social como oficio/profesión, sino, paradójicamente, la instauración pragmática de dos niveles de capacitación que perduran desvinculados sin solución de continuidad: uno, para estudiantes de secundaria que hasta finales del decenio de los ochenta escogían, sin acepción de sexo, la mención de técnico en servicio social asistencial en el título de bachillerato; el segundo, universitario de licenciatura en trabajo social[7].
En 1959, se creó en la Universidad Católica Andrés Bello (privada), la Carrera de Servicio Social, la cual fue clausurada posteriormente por inopia de estudiantes[8]. En el ámbito estatal, la Universidad de Oriente en el estado Sucre creó en 1968 el Departamento de Trabajo Social, adscrito a la Escuela de Ciencias Sociales, y en 1977 se aprobó la creación de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Zulia, adscrita a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, la cual venía funcionando desde 1972 en la Facultad de Medicina.
La universitarización de la formación de trabajadores sociales a partir de 1958, marcó un hito crucial en Venezuela que significó un cambio de gran valor socioinstitucional; asimismo, implicó la necesidad de construir una plataforma cualitativamente superior al proceso pedagógico preuniversitario seguido por la ENSS. No obstante el incremento de su prestigio, los trabajadores sociales comenzaron a perder organicidad con los aparatos de política socioasistencial.
Ateniéndonos a los pocos textos existentes, habida cuenta de la escasa producción intelectual de los trabajadores sociales venezolanos, dicha construcción fue una tarea para la cual la planta profesoral y directiva de la ETS/UCV, egresados de la Escuela Nacional de Servicio Social, obviamente no estaban habilitados. Por tal motivo el plan de estudios por ellos propuesto y posteriormente ejecutado, reprodujo el de la formación técnica preuniversitaria. Sólo unas pocas materias ostentaban matices propios de una universidad creadora y académicamente suficiente (Méndez, 1986:80)[9].
Evocando este pasado, las siguientes dos representaciones sociales, nos dicen que
· “...las limitaciones cognitivas y formativas determinaron una hibridación que hizo de las primeras generaciones de licenciados técnicos ampliados, atrapados por la visión microcósmica y casuística de la asistencia social, pero no profesionales seguros de su cientificidad y orgullosos de su título universitario”.
· “Como no habían licenciados, los directores de la Escuela fueron médicos y economistas hasta el inicio de los 70 y aún de los 80, y para dar la licenciatura se trajo personal extranjero y esperar a que algunas pocas pioneras regresaran con su título universitario otorgado en los Estados Unidos”.
En esencia, de lo que se trataba era de una tensión crucial entre dos niveles de capacitación y de práctica de la profesión, ambos complementarios pero asumidos como antagónicos por moros y cristianos. Por un lado, el tradicional que magnificaba la sustantividad inherente a la resolución -institucionalmente funcional al nuevo sistema político democráticorrepresentativo que se estaba implementando- de los problemas que adolecían los carenciados, es decir, aquellos clasificados como propios de un trabajo social que sólo adquiría sentido en y a través de los servicios institucionales de asistencia y bienestar social.
· “...la funcionalidad estaba más bien referida al posgomecismo (años 36 a 45), menos a la denominada Revolución de Octubre betancurista que derrocó al General Medina (1945-48) y, mucho menos, al régimen adeco (socialdemócrata)-copeyano (socialcristiano) (1958-1998), decididamente anticomunista y anticontestatario popular pues el proyecto político privilegiaba a la clase media”.
· “Para quienes siguen creyendo que el objeto del trabajo social es la asistencia o bienestar social, el pasado es mejor que cualquier presente pues allá está la época de oro de las pioneras y egresadas de la antigua Escuela Nacional.
· “...lo que fue Asistencia con mayúscula, se transformó en asistencialismo: una actividad residual pero funcional a un complejo estado de bienestar cuya creciente burocracia nos marcó la vida como profesionales de segunda categoría”.
Por otro lado, el desarrollista reputado como moderno, apropiado por los docentes universitarios y reproducido por amplios sectores de sus alumnos, referido a la transformación de las estructuras de explotación que –según los esquemas analíticos de la época- determinaban el sistema de carencias de las clases populares al margen del conocimiento de las necesidades de las clases dominantes.
· “El rechazo al asistencialismo llevó a despreciar la formación técnica. El servicio social en tanto asistencialismo como fase superior de la caridad y la beneficencia, significaba un pasado incómodo. El sociologismo como cientificismo y éste como antisicologismo, comenzó a campear en la formación universitaria.”
· “Uno de los mitos que hemos interiorizado como falsa conciencia es la creencia de que en Venezuela hubo una corriente crítica, revolucionaria o transformadora que se enfrentó a una modernizadora. No, aquí sólo ha habido una tradicionalista asistencialista y una del cambio de estructuras que fue la realmente modernizadora dentro de los límites del estado de bienestar; ambas desvinculadas de las instituciones estatales y sociales”.
· “Si algo se cambió o modernizó en las estructuras del estado y si actualmente algo se está posmodernizando, viene sucediéndose sin nosotros, pues nunca hemos ocupado altas direcciones en la sociedad ni en la administración pública.”.
Pero, fundamentalmente, en nuestro criterio, de lo que se trató fue de un desfase[10] entre dos imaginarios: por un lado, el positivo-empirista de las pioneras que, academizadas por decreto ejecutivo fueron formadoras de las primeras camadas de trabajadores sociales y trabajadoras sociales, y, por otro lado, el de la teoría y la práctica del cientificismo academicista para el cual “la” ciencia, en su versión marxista-positivista, prevalecía sobre la “técnica”.
En el sentido anterior, el problema de si el trabajo social era ciencia o técnica pareció estar definitivamente resuelto a favor de los licenciados mientras que, para los técnicos preuniversitarios la transustanciación bautismal por parte de “la” ciencia continuaba –tanto como hoy- siendo esperada sin solución de continuidad.
· “El desprecio de los licenciados por los técnicos ha sido una constante en la desintegración de nuestro gremio, al extremo de que son dos prácticas profesionales distintas, dos trabajos sociales diferentes. Esta situación llegó al extremo de que la ETS/UCV, nos negó rotundamente el acceso a los estudios de licenciatura, lo cual viene siendo enmendado desde hace unos años por la del Zulia”.
· “Lo que más nos ha marcado a los técnicos ha sido la falta de reconocimiento por parte de los académicos; en especial de algunas lumbreras; es como si para ellos no existiéramos. Desconocen que hemos sido más eficientes en nuestras luchas gremiales que los licenciados”.
Contextuando el desfase aludido –nos parece, evocando a Bagú (1970)- que éste estaba determinado por una discontinuidad de sentido entre tres tiempos sociales que parecían corresponderse con la discursividad de tres realidades co-constitutivas de la configuración social venezolana: el tiempo social del statu quo o stablishment, el tiempo social de las clases sociales sujetadas a la carencia y a la exclusión, y el tiempo social de la universidad, cuyo saber tiende, al decir de Lacan (Roudinescu, 1994:504), a sustituir a la Iglesia.
Por lo tanto, podemos afirmar que la formación de los trabajadores sociales y las trabajadoras sociales hasta el presente, continúa enclaustrada en el tiempo social de la academia, mejor dicho, en las contradicciones y antagonismos de las prácticas y discursos academicistas, pero ostentando rasgos empiricistas y practicistas tal como lo significa la siguiente representación social:
· “El trabajador social venezolano sabe que no ha tenido ningún empeño en escribir ni sistematizar experiencias; es un consumidor de conocimientos mas no productor de ellos...es como si ante esta situación no se inmolara ninguna célula de su cuerpo para decir que lo va a intentar”
El sentido de esta representación social es similar al de la afirmación de Martínez (1975:182, 202, 216, 218), cuando ésta veintiocho años antes y olvidando su crítica al positivismo originario de la formación –orientada a la solución de problemas- de las primeras generaciones de trabajadoras sociales, le reprochaba a la ETS/UCV, no la secular insuficiencia de su producción de conocimientos, sino, su inefectiva contribución práctica 1) a la capacitación de los “cuadros” que estaba exigiendo el país; 2) a la trasmisión del “compromiso” a los estudiantes para asumirse como “agentes dinámicos del cambio sociocultural” y eficientes colaboradores con equipos interdisciplinarios; ello, a los efectos de participar, por un lado, en “la aplicación de programas sociales útiles a la cohesión orgánica, funcional, ideológica y política del pueblo”, y, por otro, en “labores planificadas dirigidas a crear el Estado de bienestar que”, en el decenio de los setenta del siglo pasado algunos sectores sociales “busca(ban) para la sociedad venezolana”.

jueves, 12 de julio de 2007

Historia del Trabajo Social







Trabajo Social.
Vínculo con la familia y las Necesidades Especiales.
Resumen
Bibliografía
Resumen

Históricamente en relación con los orígenes del Trabajo Social, se aprecia cómo desde los primeros siglos de esta era aparecen preocupaciones e iniciativas dirigidas al mejoramiento de las condiciones del ser humano; pero las mismas tenían una expresión esporádica en contadas personas y patrocinadas por instituciones poderosas como la Iglesia, siempre encaminadas a sectores limitados de la población.
Estas acciones con magníficas intenciones, innegablemente resultaban insignificantes para colmar la ayuda que recababan los males sociales, además nunca atacaban las causas reales que daban origen a los disímiles problemas que se presentaban.
El empleo de métodos científicos de investigación posibilitó el enriquecimiento paulatino del Trabajo Social.
En sus inicios, fue considerado como un arte en el que los conocimientos de la ciencia de las relaciones humanas y su aplicación práctica posibilitó la movilización de actitudes en el individuo y los recursos de la comunidad.
Más tarde, se define como tecnología social, al aplicar las teorías de las ciencias sociales en el campo del bienestar social.
Existen criterios que el Trabajo Social ha dejado de ser arte y tecnología para devenir en disciplina científica, por cuanto da cumplimiento a las leyes del desarrollo social y el método científico que propicia bienestar a los colectivos humanos.
Según Ezequiel Ander Egg, en la historia del Trabajo Social se definen tres momentos esenciales: Asistencia Social, Servicio Social y Trabajo Social; definiendo este último sobre la base de una concepción operativa, expresando al respecto:"El Trabajo Social tiene una función de concientización, movilización y organización del pueblo para que en un proceso de formación del autodesarrollo, individuos, grupos y comunidades realizando proyectos de trabajo social, inserta críticamente y actuando en sus propias organizaciones, participen activamente en la realización de un proyecto político que signifique el tránsito de una situación de dominación y marginalidad a otra plena participación del pueblo en la vida política, económica y social de la nación que cree las condiciones necesarias para un nuevo modo de ser hombre" .
El Trabajo Social es concebido como un modo superior de Asistencia y de Servicio Social.
En Cuba comienza a desarrollarse el Trabajo Social de manera profesional en 1943, pero al igual que en otros países sólo servía para aliviar algunas necesidades y orientar a una pequeña muestra de la población necesitada y es a partir del año 1959 es cuando se pone en práctica por primera vez el principio de que todas las personas sea cual fuere su origen, raza y condición, tienen derecho a alcanzar y participar en todos los bienes materiales y culturales que la sociedad posee, así como el deber de contribuir y desarrollar esos bienes. Se elimina por completo los conceptos de caridad, limosna y dádiva, para empezar a hablar de derechos y deberes. La revolución plantea una máxima: eliminar las condiciones que causan los males de la sociedad con el propósito de erradicarlos y con ello la posibilidad de lograr un hombre nuevo, que reciba por derecho y que dé por deber.
Al hablar de Trabajo Social a partir del año 1959 y de sus principales logros es preciso que se aluda a una de sus dos grandes conquistas: la educación y dentro de ella, la que por su contenido marcadamente humanista personifica al Trabajo Social: la Educación Especial.
Luis I. Gómez Gutiérrez, Ministro de Educación de Cuba, refiriéndose a esta educación expresó: "Antes del año 1959, Cuba no contaba con un sistema de escuelas especiales organizado y estructurado científicamente. Sólo existían 15 centros o instituciones pequeñas- con una matrícula de 134 alumnos- financiados en su mayoría por patronatos o personas motivadas por sentimientos humanitarios".
Y agregaba: "Había un centro de carácter estatal y no existía preocupación alguna por desarrollar tan importante sistema de atención".
En realidad en esa época no eran escuelas, sino asilos que prestaban atención a un número insignificante de niños. La gran mayoría de las deficiencias físicas o mentales tenían como única perspectiva la explotación humana, el abandono social y la miseria.
La creación de la red de centros y escuelas especiales en todo el país constituye el ejemplo más fehaciente de las grandes transformaciones que se operaron en Cuba a partir de 1959 y con ello la adecuada y progresiva solución a la atención y educación de los niños con Necesidades Especiales.
El artículo No. 42 de la Constitución de la República apunta: "La discriminación por motivo de raza, color de la piel, sexo, origen nacional, creencias religiosas y cualquier otra lesiva a la dignidad humana está proscrita y es sancionada por la ley".
Por su parte, a modo de reafirmación en cuanto a la atención al niño con Necesidades Especiales en Cuba, el artículo No. 29 de la Ley No. 16 del Código de la Niñez y la Juventud expresa: "... presta especial atención al desarrollo de las escuelas especializadas para niños con limitaciones físicas, mentales o con problemas de conducta, a fin de facilitarles, en lo mayor medida posible y según sus aptitudes individuales, que además de valerse por sí mismos, se incorporen a la vida en sociedad".
A partir de la década de 1960, Cuba inició programas a largo plazo con desarrollo de políticas en la esfera de las Necesidades Especiales a través de una estrategia multisectorial y multidisciplinaria.
En el año 1981 declarado por las Naciones Unidas como "Año Internacional de la Persona Discapacitada", se constituyó un Comité Nacional que devino en un grupo de trabajo actualmente dirigido por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que conjuntamente con los Organismos de la Administración Central del Estado, Órganos del Poder Popular y otras instituciones del país, elaboran un plan de trabajo anual en coordinación con las Asociaciones de Personas con Necesidades Especiales, con el propósito de apoyar sus actividades y propiciar un mayor y más sistemático respaldo hacia ese sector de la población.
Cuba dio respuesta en el año 1993, al llamado de las Naciones Unidas exponiendo los resultados obtenidos en el decenio 1983-1993 destacando los logros alcanzados en las esferas de la prevención, rehabilitación, integración social y equiparación de oportunidades en las personas con Necesidades Especiales. Resultados que no hubieran sido posible de no existir una política integradora y coherente de desarrollo social con la participación activa de las propias personas con Necesidades Especiales y la cooperación plena de toda la población.